En el centro de este libro se encuentra el concepto de misión, dominante y decisivo tanto en la Antigua como en la Nueva Alianza. La misión no es el resultado de dos componentes (como con frecuencia se piensa equivocadamente): por un lado, una gracia general ofrecida a todos por igual y, por otro, los decisivos rasgos biográficos, caracterológicos, espirituales, inherentes al individuo agraciado. La misión es más bien la forma de la gracia particular y única dispuesta por Dios para cada enviado y pensada personalmente para él. Por cierto, esa forma se armoniza con sus condiciones naturales, en una armonía misteriosa, nunca del todo definible. Pero Dios puede disponer soberanamente de esas condiciones naturales y éstas, por su parte, han de subordinarse por completo a la misión y ponerse a su disposición. Esto vale, en sumo grado, para las elecciones y misiones especiales que en la Antigua Alianza son portadoras de los hechos mismos de la revelación y en la Nueva Alianza deben interpretar y vivificar la revelación que actúa y subsiste en el Cuerpo místico de Cristo.

Estudiar las misiones de la Antigua Alianza significa, al mismo tiempo, aprender a conocer a Dios mismo y a su esencia íntima en su revelación, escuchar su palabra que es esencialmente una palabra activa en el hombre, y contemplar al hombre tal cual se comporta bajo la mano configuradora de Dios. A partir de este lugar central, Adrienne von Speyr medita sobre un gran número de figuras veterotestamentarias. El libro habla de ellas, de sus decisiones interiores, de su oración y tarea, de cómo cada una de ellas ocupan el lugar que Dios les ha señalado.

Según el Prefacio de Hans Urs von Balthasar