Si no os hacéis como este Niño es el último escrito de Hans Urs von Balthasar, publicado después de su muerte. Con él concluye su fecunda tarea de escritor; esta es también su última palabra como teólogo e hijo de la Iglesia. Antes de morir, el Balthasar anciano, experimentado en la vida y probado en la fe, nos indica testamentariamente, con toda la simplicidad de la que era capaz, el centro primordial del ser cristiano: el ser niños, realmente niños, frente al Padre de nuestro Señor Jesucristo, gracias a la donación del Espíritu Santo. Esta es la voluntad, la intención primera y la esperanza última del Origen omnipotente de todas las cosas, que Jesucristo y el Espíritu de Amor común nos enseñan a llamar «Abbá, Padrecito». Que los hombres lleguemos a ser sus niños-hijos es la realización plena de su Gloria, de su Bondad y de su Verdad.
Balthasar acentúa, ya en el título, no solo el ser como niños, sino como este niño, es decir, como Jesucristo, el Hijo eterno del Padre, el Niño por excelencia, totalmente dependiente y obediente a su Padre y totalmente libre, creativo y maduro en su misión.
Si no os hacéis como este Niño es el último escrito de Hans Urs von Balthasar, publicado después de su muerte. Con él concluye su fecunda tarea de escritor; esta es también su última palabra como teólogo e hijo de la Iglesia. Antes de morir, el Balthasar anciano, experimentado en la vida y probado en la fe, nos indica testamentariamente, con toda la simplicidad de la que era capaz, el centro primordial del ser cristiano: el ser niños, realmente niños, frente al Padre de nuestro Señor Jesucristo, gracias a la donación del Espíritu Santo. Esta es la voluntad, la intención primera y la esperanza última del Origen omnipotente de todas las cosas, que Jesucristo y el Espíritu de Amor común nos enseñan a llamar «Abbá, Padrecito». Que los hombres lleguemos a ser sus niños-hijos es la realización plena de su Gloria, de su Bondad y de su Verdad.
Balthasar acentúa, ya en el título, no solo el ser como niños, sino como este niño, es decir, como Jesucristo, el Hijo eterno del Padre, el Niño por excelencia, totalmente dependiente y obediente a su Padre y totalmente libre, creativo y maduro en su misión.