Éste comentario a las cartas de san Pablo a los Tesalonicenses, a Titmoteo y a Tito no es un libro para ser simplemente leído: su sentido es ser una ayuda para la oración contemplativa. Quiere ofrecer al orante motivos para adorar más profundamente la Palabra de Dios, amarla más humildemente, vivirla más decisivamente. La Escritura Santa es obra y palabra del Espíritu Santo, que es su autor por excelencia en y sobre los autores humanos.

Así el propio von Balthasar, en la Introducción a este libro, explica la esencia de la contemplación cristiana: «El sentido último de nuestra existencia no lo encontramos sumergiéndonos en nosotros mismos, sino en la humilde adoración y aceptación de la Palabra del Padre, siendo así interpelados, purificados y elevados, reclamados y enviados en la gracia eterna. La vida cristiana es una vida en diálogo con la Palabra –‹rezo, luego existo›–. Palabra que nos revela la gracia y la verdad como dos lados inseparables del único Ser y que nos guía para poder ser lo que por gracia somos y debemos ser: hijos amados del Padre, hermanos del Hijo y templos del Espíritu Santo. Dios es Espíritu y también nosotros somos seres libres y espirituales. Por eso no basta una mera piedad sacramental, nosotros debemos encontrar espiritualmente a Dios, pues Él es Espíritu y se nos manifiesta de un modo espiritual, debemos intentar comprender su revelación en la fe, para ser capaces de cumplir su voluntad salvífica de un modo humanamente digno. Este intento de un encuentro espiritual con la Palabra de Dios es oración que está a la escucha u oración contemplativa».