Estas meditaciones de «Los discursos del adiós» conducen a la profundidad de la vida interior de Dios. Pues esos discursos no son simplemente un resumen de lo que el Señor ha transmitido a los suyos en el curso de su vida pública, sino en un sentido supremo son «alimento espiritual de la eucaristía».

Lavatorio de los pies y Última cena constituyen un poderoso preludio para la última y más íntima enseñanza a los discípulos sobre su necesidad de pasar de este mundo al Padre (capítulos 13,31-16). Por eso la enseñanza es coronada por la «oración al Padre» (cap. 17). Aquí la autora presenta unas meditaciones sobre el Padre muy propias de su modo de ver y expresarse, las cuales -como siempre- quisieran ser alimento para la vida y la oración del cristiano.