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Epílogo
Este pequeño libro, que se presenta aquí en una nueva traducción, recapitula la gran trilogía de su autor, haciendo explícito el trascendental «uno» que ha actuado en el fundamento de cada una de las partes de la trilogía –en cuyo primer plano, como es bien sabido, están los trascendentales de lo «bello», lo «bueno» y lo «verdadero»–. Se trata, pues, a su manera, de un acto de «alabanza y servicio» a la unidad del amor del Dios trinitario y de su acción en la creación y por ella.
La imagen que da unidad a su texto es la de una catedral en medio de nuestro mundo, donde ser cristiano es solo uno entre tantos proyectos de vida, y donde el cristiano creyente debe, más que nunca, dar razón de su esperanza. El interior de esta catedral atesora el fuego único del amor de Dios en Cristo (III. Parte: «Catedral»), cuya luz y vida nos ayuda a concebir el misterio del ser creado como imagen de la unidad divina (II parte: «Umbral»). Esto permite entrar en un diálogo fecundo con los diversos intentos del hombre para dar sentido a su existencia en el tiempo y más allá de la muerte, e integrarlos más allá de ellos mismos en su visión trinitaria (I parte: «Pórtico»).
Por este deseo de establecer un diálogo auténtico con el otro, esta obra conclusiva se entiende a sí misma como una «botella arrojada al mar» inmenso de la humanidad anónima e interconectada de hoy. El mensaje quisiera ser encontrado y leído por alguien en algún lugar (ya sea en Occidente o en Oriente, en el Norte o en el Sur); quisiera que su contenido, necesariamente muy condensado, se despliegue y dé fruto precisamente en ese diálogo: pues, «quien ve más profundamente tiene razón», actitud que vive de la confianza experimentada de que la unidad del amor de Dios y de su imagen creada es «siempre más grande».
Hans Urs von Balthasar
Título original
Epilog
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Temas
Ficha técnica
Idioma:
Español
Idioma original:
AlemánEditorial:
Saint John PublicationsTraductor:
Juan Manuel SaraAño:
2024Tipo:
Libro
Este pequeño libro, que se presenta aquí en una nueva traducción, recapitula la gran trilogía de su autor, haciendo explícito el trascendental «uno» que ha actuado en el fundamento de cada una de las partes de la trilogía –en cuyo primer plano, como es bien sabido, están los trascendentales de lo «bello», lo «bueno» y lo «verdadero»–. Se trata, pues, a su manera, de un acto de «alabanza y servicio» a la unidad del amor del Dios trinitario y de su acción en la creación y por ella.
La imagen que da unidad a su texto es la de una catedral en medio de nuestro mundo, donde ser cristiano es solo uno entre tantos proyectos de vida, y donde el cristiano creyente debe, más que nunca, dar razón de su esperanza. El interior de esta catedral atesora el fuego único del amor de Dios en Cristo (III. Parte: «Catedral»), cuya luz y vida nos ayuda a concebir el misterio del ser creado como imagen de la unidad divina (II parte: «Umbral»). Esto permite entrar en un diálogo fecundo con los diversos intentos del hombre para dar sentido a su existencia en el tiempo y más allá de la muerte, e integrarlos más allá de ellos mismos en su visión trinitaria (I parte: «Pórtico»).
Por este deseo de establecer un diálogo auténtico con el otro, esta obra conclusiva se entiende a sí misma como una «botella arrojada al mar» inmenso de la humanidad anónima e interconectada de hoy. El mensaje quisiera ser encontrado y leído por alguien en algún lugar (ya sea en Occidente o en Oriente, en el Norte o en el Sur); quisiera que su contenido, necesariamente muy condensado, se despliegue y dé fruto precisamente en ese diálogo: pues, «quien ve más profundamente tiene razón», actitud que vive de la confianza experimentada de que la unidad del amor de Dios y de su imagen creada es «siempre más grande».
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