Las tres mujeres que acompañan a Jesús, Magdalena, la mujer pecadora (Lucas 7,36-50) y María de Betania, representan aquí a las tres virtudes divinas de fe, esperanza y amor, en cuyo centro está el Señor.
Magdalena, de la que salieron siete demonios, como creyente que está bajo la cruz el Viernes Santo pertenece al «círculo más cercano al Señor». Encontrando al Resucitado el Domingo de Pascua, ella se transforma en la santa que persevera en la fe, que no aferra al Señor ni necesita ya nuevas confirmaciones por medio de nuevas apariciones, así como la Madre ya desde la concepción del Niño fue la santa que persevera firme en el camino del Hijo.
La pecadora se abre al Señor plena de esperanza, confesando su culpa con lágrimas de arrepentimiento. El perdón de los pecados con el que el Señor responde es el «mensaje cumplido de la esperanza».
María de Betania aporta su amor al Señor escuchando a sus pies la palabra que el Señor le dirige: «En la auténtica contemplación siempre se da este puro perseverar en el amor».
La meditación sobre estas tres mujeres del Nuevo Testamento pone de relieve la importancia y el sentido con que la mujer, mirando a Cristo, es agraciada en la historia de la salvación.