Hans Fronius busca retener en su serie de doce monotipias «Rey David» la situación límite, el ápice extremo de la expresión. Esta actitud fundamental de su creación, la unidad de lo dramático y lo trágico, que hasta ahora fue poco considerado en la recepción e interpretación de su obra, la ha abordado Hans Urs von Balthasar a mediados de los años cincuenta (la primera edición de este libro es de 1955). El relato bíblico que Balthasar asocia desde un punto de vista histórico literario junto a las antiguas sagas heroicas y al poema épico germánico de los Nibelungos (como Balthasar nos dice en la reseña a su obra del año 1965, en Sobre su obra), le interesa también a él en vista de su expresión última. Pero mientras el artista sujeta todo lo que es amenazante y estremecedor en la forma configurada, el teólogo expande la historia de David hacia Cristo: «De este modo, David lleva una especie de máscara doble. La máscara de la historia, que ha trabajado tanto su imagen que los rasgos históricos son ya difícilmente reconocibles, y la máscara de la Revelación, pues David realiza sus actos buenos y malos en vista de un otro que se llamará expresamente su hijo y que igual que él será nativo de Belén».
Con este texto sobre el ciclo de imágenes «Rey David» Balthasar entrega un comentario que llena de Contenido teológico estas composiciones de impresión visionaria y, así, ayuda a poder comprenderlas de un modo nuevo.