Cuando irrumpe la pasión, concluye el tiempo de la enseñanza. El Señor ha presentado su doctrina, de modo extensivo y universal, en sermones, proverbios, parábolas, en todo lo que dijo y actuó. Ahora comienza el sufrimiento y Él mismo, obedeciendo al mandato del Padre, se transforma en el punto central personal, intensivo y único del acontecer. La verdad ya no debe ser anunciada en palabras, imágenes y explicaciones sino en Él, en su cuerpo mismo. Hasta ahora, Cristo ha utilizado su cuerpo preponderantemente para poder regalar la Palabra de Dios a los discípulos y a todo el pueblo. Ahora, Él retoma esa Palabra en sí mismo, pues Él es la Palabra. Y en ese Yo, en esa Palabra, la doctrina no es explicada de un modo menos objetivo que en lo que ha hablado hasta entonces.