Este pequeño libro, que se ofrece aquí en una traducción enteramente revisada, es un comentario «ignaciano» a la historia de Elías como la relatan lo dos Libros de los Reyes. El «profeta de fuego» muestra su misión en signos milagrosos: es alimentado por Dios durante la hambruna, triunfa sobre los profetas de Baal en el Monte Carmelo, vuelve a abrir el cielo después de tres años de sequía. Pero es también el perseguido por Jezabel que huye al desierto, el abandonado por todos que agotado se echa debajo de la retama y desea la muerte. En el fondo, es aquel al que Dios llama una y otra vez a salir al encuentro de Su presencia: en la brisa ligera del monte Horeb y, al final de su vida en la tierra, en el carro de fuego que lo arrebata al cielo. Siguiendo fielmente estas vicisitudes, versículo tras versículo, Adrienne von Speyr muestra al lector contemplativo la unidad de la figura de Elías en su servicio incondicional a la verdad viva de Dios: gracias a su obediencia amante («Me consumo de celo por Yahveh»), su existencia en la misión se vuelve ella misma profética.
Este pequeño libro, que se ofrece aquí en una traducción enteramente revisada, es un comentario «ignaciano» a la historia de Elías como la relatan lo dos Libros de los Reyes. El «profeta de fuego» muestra su misión en signos milagrosos: es alimentado por Dios durante la hambruna, triunfa sobre los profetas de Baal en el Monte Carmelo, vuelve a abrir el cielo después de tres años de sequía. Pero es también el perseguido por Jezabel que huye al desierto, el abandonado por todos que agotado se echa debajo de la retama y desea la muerte. En el fondo, es aquel al que Dios llama una y otra vez a salir al encuentro de Su presencia: en la brisa ligera del monte Horeb y, al final de su vida en la tierra, en el carro de fuego que lo arrebata al cielo. Siguiendo fielmente estas vicisitudes, versículo tras versículo, Adrienne von Speyr muestra al lector contemplativo la unidad de la figura de Elías en su servicio incondicional a la verdad viva de Dios: gracias a su obediencia amante («Me consumo de celo por Yahveh»), su existencia en la misión se vuelve ella misma profética.