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María y los profetas
El ángel enviado a María le trae una Buena Nueva única, un anuncio que proviene de Dios portando una gracia de la eternidad. Pero este anuncio también significa la recapitulación de todas las promesas de Dios en el Antiguo Testamento que refieren a la Madre y a la venida del Hijo. Los profetas eran hombres que se distinguían por su fe. Gracias a esta fe, ellos fueron capaces de recibir las profecías. Esta recepción era gracia de Dios capaz de desarrollarse en ellos y de ser eficaz, porque ellos mismos, por gracia, vivían en la fe. Sin embargo, los profetas eran hombres, hombres del Antiguo Testamento dotados de gracia, con su propio carácter y personalidad. Por tanto, también el anuncio que estaban llamados a transmitir contenía algo de ese carácter personal. Y este no oscurecía ni ocultaba el mensaje, más bien, Dios se servía de ese carácter para hacerse comprensible a los hombres por medio de hombres.
Ahora bien, cuando el ángel se presenta a María, en su anuncio está contenida la recapitulación de todos los anuncios y profecías del pasado y, por tanto, también la fe de los profetas y todo lo que ellos, junto con la fe, han aportado de personal al comunicar el anuncio. Acontece, pues, una suma sinfónica de cumplimientos misionales. Con el empeño total de sus vidas, los profetas anunciaron a los hombres la palabra de Dios. Y porque siempre lo hicieron en obediencia, en cada caso también entregaron y restituyeron la palabra: a Dios o a los ángeles, que eran los testigos de su correcta comprensión y transmisión de la palabra. Y cuando ahora María acoge el anuncio que todo lo recapitula y la entera palabra de Dios, entonces su acogimiento contiene en sí toda acogida de todo anuncio del Antiguo Testamento. Escuchando atentamente, ella distingue en la palabra que le es dirigida las palabras decisivas del Antiguo Testamento. En la palabra que le viene al encuentro, ella escucha la palabra dicha a Abraham y a los que siguieron. En su anuncio, el ángel tiene en cuenta, por decirlo así, dos realidades: que María está ahí presente, capaz y dispuesta a acoger y, también, que ahora se cumple la suma de profecías según el plan que Dios había previsto, esa suma presumida, presupuesta y requerida para que la profecía pueda ser dicha a María. Como un fruto del vientre debe ser concebido en un momento concreto del pasado, para que pueda ser dado a luz en este día.
Y el Espíritu Santo ha podido fijar su momento temporal también por el hecho de que los profetas han cumplido correctamente sus misiones. La fe de los hombres co-determina la plenitud del tiempo, si bien, por cierto, Dios la ha determinado desde toda la eternidad en su libertad y en su gracia pura. Pero Dios no la realiza sin tomar en consideración a todos los que debían creer y obedecer durante el tiempo de la promesa. Precisamente porque se trataba de la encarnación de Dios, quiso Dios comprender por adelantado la fe del hombre en la obra de salvación del Hijo. Máximamente y en su punto álgido, la fe de su Madre, pero claramente incluido en el sí de ella también el sí al Espíritu Santo que han dado todos los profetas del Antiguo Testamento, recapitulado por el ángel que le presenta su pregunta a María. Por ende, su pregunta entraña una clara pluralidad, más la pregunta que la respuesta: en la pregunta del ángel está presente, vista desde el cielo, la pregunta que la Santa Trinidad le hace a María y, vista desde el punto de vista terreno y mesiánico, la pregunta que los profetas le hacen a ella.
El profeta ha respondido a Dios, dando su sí a la profecía. Y así será: una virgen dará a luz. Para el profeta esto es una certeza, no aún un cumplimiento. Y ahora el ángel se presenta a María con todo el carácter incumplido del evento y su palabra es pregunta, deseo, petición. Mediante los profetas se hace visible la entera humanidad no redimida y su grito por la salvación. Y así María dice sí por todos. Le da a la gracia pendiente de la promesa su cumplimiento. Sí, ella parirá el Hijo que cumplirá toda profecía. El sí de María es tan extensivo que nada de lo que estaba contenido en las promesas será frustrado por ella. Precisamente en vista del sí de María el Espíritu anunció las profecías y en vista de este sí los profetas osaron cumplir sus misiones. Su sí fue pre-sumido, asumido por adelantado por Dios y por los hombres: la fe antes de ella no habría sido posible sin ella. Todas las gracias de los profetas ya fueron posibles en la gracia de María que las contenía a todas. Y el ángel recoge todas las gracias de los profetas para llevárselas a ella y dejar que florezcan gracias a ella. María es el nudo central en el que convergen todas las gracias. En los profetas se hace visible que ellos dependen de la gracia mariana. Y ellos están aquí en representación de todos los hombres que han recibido al Señor en la fe, pues los profetas, al fin y al cabo, son una imagen de Cristo que en el Espíritu llega a ser el que es gracias a María.
Adrienne von Speyr
Originaltitel
Maria und die Propheten
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Sprache:
Spanisch
Sprache des Originals:
DeutschImpressum:
Saint John PublicationsJahr:
2022Typ:
Artikel
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